Como periodista disfruto mucho preguntar, por eso me apasionan las entrevistas. Ver detalladamente esa interacción entre el entrevistador y el entrevistado.
Para mí la entrevista debe sentirse como una conversación interesante, auténtica.
Cuando es una entrevista con un personaje político, lo concibo de esta manera:
El entrevistador debería hacer preguntas claras y directas, sin tanto preámbulo; tras que el tiempo es corto, hay entrevistadores que casi se responden ellos mismos las preguntas. Se debería aprovechar la oportunidad para sacar a la luz temas importantes o que se tengan que aclarar y esa información debería salir de boca del entrevistado.
Respeto que cada entrevistador tenga su estilo, pero admiro a los que preguntan con firmeza y una mirada tranquila y escuchan lo que dice el entrevistado para detectar las evasivas y volver a la pregunta original hasta que todo quede lo más claro posible.
Tal vez han notado que hay respuestas sinceras que por ser pobremente expresadas no convencen o no le llega el mensaje a la gente. Es aquí donde veo el papel que debe jugar el entrevistado.
El entrevistado debería responder sin dar tantas vueltas. Quizás pueda marear o distraer al entrevistador, pero perderá la credibilidad ante ese público que estará atento a sus respuestas.
Debería prepararse para todas las preguntas que pueda imaginarse de su pasado, presente y futuro. Claro que hay maneras graciosas y elegantes de evadir respuestas, pero deben ser auténticas y no una respuesta recitada de memoria. Esas respuestas que parecen preparadas y memorizadas, y que el entrevistado suelta como si estuviera en el concurso de oratoria.
En conclusión, tenemos que escucharnos para entendernos y comprendernos.
La entrevista no es una competencia para ver quién tiene la razón. La entrevista debería ser un espacio para "desdudarnos" la mente y hasta el alma.
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